viernes, 14 de diciembre de 2007

El valor de las palabras I. Los Siete Pecados Imprescindibles.


Desde hace poco he reflexionado en el valor de muchas palabras que solemos usar (o solía) con mucha ligereza. Términos importantes, grafemas y fonemas que han sido usados para definir con precisión abstracciones fundamentales desde que el hombre es hombre. Como ejemplo pondré aquí los siete pecados capitales: Lujuria, Soberbia, Ira, Envidia, Pereza, (un momento que voy a mirar en Google para recordar los dos que me faltan)… Avaricia y Gula. Es curioso como a la vez que los escribo he estado pensando sobre ellos. Lo que entonces fue una síntesis acertadísima de los teólogos para descubrir los males de la Humanidad hoy todo esto se he desvirtuado (nunca mejor escrito) para dar un nuevo valor a su significado. Por ejemplo, la Lujuria ¿Quién piensa en ella como algo malo?, como mucho, si lo llevamos a un extremo, alcanzamos con ello la enfermedad, es decir la adición al sexo, lo que inmediatamente transformaría al pecador en una víctima, en un enfermo. La Envidia es usada por nuestra sociedad como un valor, (no hay más que ver en los espacios publicitarios cuál es la intención de su fondo “yo tengo tal vehículo y tú no” –así de simple): el esfuerzo, la superación, el emprendedor, la ambición… todos son factores positivos que el sistema capitalista, es decir nuestro actual modo de vida, ha usado como motor para impulsarse. Solapándose con la envidia tenemos la Avaricia, la Soberbia y la Gula: ¿quién no tiene por un sibarita, por una persona con estilo aquel que entiende de vinos caros? ¿de vivir sobrado de todo (Gula) ¿Quién no presume de tener lo mejor, de gastar el dinero como si no le importara?, ¿y de ser el mejor por todo lo que ha conseguido? (Soberbia), o de tenerlo y no gastarlo en nada (Avaricia). La Pereza es todavía peor, está tan usada que ni se piensa en ella. Lo cómodo, desde los videojuegos, a la televisión basura, las ganas de no hacer nada, de protestar cuando ya ha ocurrido, en vez de luchar para que no pase (desde un empleo hasta el cambio climático) son nuestra forma de andar por estos lares. Y si llevamos al extremo a nuestra querida Pereza nos convertimos de nuevo en enfermos, en depresivos cuando la acidia nos vence. De la Ira poco hay que hablar, no hay más salir a la calle, solucionar unos papeles en el banco, hacer una cola en el supermercado o simplemente conducir tu coche. La amabilidad se ha perdido: todos los demás tienen la culpa: yo no, yo hago todo bien. Para entenderlo todo bien voy a cambiar de perspectiva y no a unir la virtud de cada pecado y hacer en el un comentario contemporáneo:

Ira - Paciencia (quién no llora no mama)

Soberbia – Humildad (esta es de tontos o incapaces)

Envidia – Caridad (jajaja)

Pereza – Diligencia (trabajar es de pobres y no digamos estudiar, con el esfuerzo que lleva eso)

Avaricia – Generosidad (para dar a los vagos o a una ONG ladrona, además para qué está el Estado)

Gula – Templanza (está tan cerca la Navidad y sus regalos –sobre todo estos ¿qué regalar a quien ya tiene de todo?- que no haré más comentario)

Lujuria – Castidad (quién se cree que es una virtud, es una disfunción).

martes, 9 de enero de 2007

Modestia aparte ****


Es imposible que puedas dejar de escribirme.
Hace unos cuatro años que Aurora dijo que se iba a olvidar de mí. La pobre lo intentó, hizo todo lo posible, consultó psicólogos, psiquiatras, sexólogos, curanderos, cardiólogos, dentistas (dicen que de los dientes vienen cosas que ni nos podemos imaginar)... El caso es que la pobre sigue ahí, en la puerta de mi casa día tras día, esperando de mí una llamada, un gesto, una caricia, algo que le de la esperanza de que todavía pienso en ella. Al principio el acoso de Aurora era algo molesto, los vecinos se quejaban, los del Centro de Investigaciones Científicas me llamaron para rogarme que yo la hiciera caso, a menos hasta que ella terminara la vacuna contra el sida (la cual estaba a punto de conseguir).
Claro que también me llamaron del Playboy quejándose de que la pasión que yo había levantado en Teresa Holles estaba consiguiendo que acabara con su carrera como modelo erótica, la carrera de la Playmate más prometedora desde Rita Mourle. Incluso los de la revista me ofrecieron miles de euros para que yo le dijera a ella que se dejara fotografiar, porque ella había jurado que su cuerpo era o para mi vista o para nadie.
Una pena esas muchachas. Pero creo que fue peor lo de Marlena, que directamente se fue al Tibet tres años para olvidarme y regresó para decirme que no lo había conseguido, que sería mi esclava, que se prostituiría por mí, que sería la sirvienta de mi mujer con tal de estar a mi lado. Y por cierto, trabaja como interna en casa.
¿Y Anna, la millonaria Belga? La pobre vendió todo su patrimonio para comprarme casas en Mallorca, islas en Turquía, palacios en Venecia, castillos en el Rhin, viñedos en la Provenza, colecciones de cuadros renacentistas, pisos en Manhattan, joyas de la corona de los zares, incluso creo que puso a mi nombre los derechos de alguna canción de los Beatles. Pobrecita, y lo único que consiguió de mí fue un par de besos robados. Creo que ella terminó casada con un Borbón.
¿Y Babette, que dejó el cine porno cuando hizo el amor conmigo?
¿Y todas las coristas del Moulin Rouge? ¿Y las animadoras de los Lakers... Arancha del Sol, Paz Vega, Juliette Binoche, Charlize Theron? ¿Por qué crees que ha dejado el tenis la Kournikova?
Lo siento mucho, cariño, pero tendrás que escribirme si no quieres volverte loca como le ocurrió a la mayoría de ellas.
Bueno, que no te mareo más, solo quiero advertirte de lo que te puede pasar.

Sé que ha sido un placer para ti que te escriba.
Te ruego discreción.
Me doy por besado.