martes, 19 de diciembre de 2006

El Chavo del ocho, uno de mis héroes ***




MADRID (P.G) Cuando me propusieron este artículo y me puse ante el ordenador me sentí como un corresponsal de guerra. Escribir sobre el Chavo del 8 es, inevitablemente, dar un homenaje a un héroe anónimo.
La estética del escenario de la vida y obra del huérfano, pobre y gafe, que por no tener no poseía ni nombre (creo que de tantas interrupciones cuando el Chavo intentaba identificarse hasta sus propios creadores se olvidaron de su nombre de pila) fue para mí un respiro matinal entre los programas repulidos para niños. Era como descubrir la lectura de un libro gastado y lleno de polvo titulado “Cien años de soledad” entre otras ediciones limpias y de pastas brillantes con nombres de personajes en inglés en las solapas.
“El número uno de la televisión humorística”, así calificaba su producción al Chavo del Ocho. Un programa hecho con la base de la sencillez y el talento de unos guiones que hicieron de la reiteración un arte. Era, y aún me es, tan sorprendente que las mismas frases y gestos repetidos en cada episodio sonaran y se vieran más originales que la propia innovación. Probablemente existan dos capítulos suyos con exactamente las mismas palabras colocadas de distinta manera que formen una historia distinta. Una delicia.
Desde Diálogos 4 doy un voto para que, por mucho tiempo, el Chavo siga explotando los globos a Quico.



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