martes, 19 de diciembre de 2006

Madurando ***


Siento la misma tristeza de todos los domingos por la tarde. Me pesa la cabeza. Llevo unos días que no me siento bien; debería ir al médico, debería hacerme análisis. No es normal que nunca me encuentre en mi sitio. Aunque, realmente, tampoco me siento mal.
No llueve. Y debería hacerlo, o al menos que empiece a hacer frío. Estos días de septiembre son todos iguales. ¿Y luego qué?, llega el invierno y me paso el día acobardado, me da pereza hasta salir a comprar tabaco.
Ya no tengo paciencia. Aunque no sé si algún día la tuve. He sido siempre un ansioso. No aprendí nunca a vivir. No he sabido disfrutar. La verdad no sé a esto se puede aprender. Cada año que pasa soy más de la opinión de que cada uno tiene su destino. “Si has nacido para martillo del cielo te caen los clavos”. ¿Y quién nos dice para qué valemos? Este, este es el problema: ¿para que valgo yo? Para escéptico, pesimista e inconformista. Estas tres cosas sí que las domino aun nivel altísimo, pero no creo que esto me lleve a ninguna forma de realización personal.
Paloma me tiene que querer mucho. Más de lo que me dice. Es un encanto. Creo que es en lo único que he tenido suerte en esta vida. Es capaz de mantener su alegría incluso viéndome a diario. No sé cuánto le va a durar esta actitud, pero, Javier, si esta mujer se te escapa no sé que va a ser de ti... Me gusta tanto mirarla. ¿Se lo habré dicho las veces que ella lo necesita? Las mujeres son tan sencillas y a la vez tan complicadas. Nunca he sabido cómo tratarlas. “Nunca has sabido cómo tratarlas porque eres un egoísta, un puñetero egocéntrico que no ve más allá de la punta de sus narices” –Eva dijo narices por no decir polla-. Quizá Eva siempre tuvo razón. Mírate, has preferido quedarte solo, fumando un cigarrillo tras otro en una cafetería, que ir a casa de sus padres a pasar la tarde. ¿Tanto trabajo te cuesta, Javier? ¿De verdad que te cuesta tanto trabajo ir a casa de los padres de Paloma? No me lo puedo creer. Con lo feliz que la harías. Eres un puto crío. Has pasado de los cuarenta y todavía no has madurado nada. Y la verdad es que luego, una vez en casa de sus padres, la cosa no es tan horrible. ¡Joder, por qué me atormento tanto! Ya tomé la decisión: no fui. Me prometo que el próximo día acuduré sin poner pega alguna, es más, seré yo quien les invite a comer.
Podía llover esta noche. Me aburren estos días.


Ricardo Bilbao

No hay comentarios: