martes, 19 de diciembre de 2006

Edward Hooper, uno de pocos ***





La soledad de América. En el campo, en la ciudad, en sus casas, en sus barcos, en sus gentes al sol o a la luz de una bombilla. Modela con barro de colores y luz fría: mujeres y hombres, habitaciones, puentes, acantilados, calles de Manhattan. Compone ordenadamente, con acuarelas al óleo, el silencio en cada cuadro. Ellos miran a la nada y al todo, pero tranquilos porque ninguno se moverá durante horas, quizá lustros o quizá nunca porque son los símbolos de cera de la modernidad, los solitarios del siglo XX. Desliza sus naves como casas, en sus duros mares de arena azul, demasiado opaco para que haya vida, ni vida ni nada bajo de la quilla. Limpia sus obras de polvo y paja para dejar la luz más artificial que se pintó en los Estados Unidos. Deudas con los impresionistas, dos monedas a Degás, otras dos a Manet y diez o doce a Pissarro y tal vez un par de cañas a De Chirico. Lidera el realismo del que se habían olvidado los artistas americanos que huyeron de los males tristes que tanto conoció Jo . Casas de madera blanca sin edificios vecinos, solitarias de dueños, interiores de color de piedra con las ventanas abiertas. Ventanas para mirar a los que miran por ella (o a las que miran por ella). Personajes para ser espiados, cafeterías que sirven la iluminación en bandeja. Rayos de sol (quizá de Dios) y pieles de enero que se buscan como la única opción. Nadie habla porque no saben de qué ni con quién dentro de esos lienzos sordos.
Uno de los grandes del siglo XX. Yo le adoro.






La selección de sus obras de Diálogos 4 aquí


Su biografía en la wikipedia aquí


Una página muy entrañable aquí


Emilio Olmos

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