martes, 19 de diciembre de 2006

La caída ****


No hay mucho que hacer en este mundo. Lo más importante quizás es lo de mantener tu pequeño habitáculo aseado. Pero a veces es tanta la obsesión por la limpieza que de tanto pasar el mocho noto que las baldosas se van desgastado alejando el techo de mi cabeza. Día a día la habitación se hace más alta.
Me queda tanto tiempo de limpieza y obsesión que no es de extrañar que algún día, sin yo darme cuenta, el piso se convierta en papel de fumar y en un mal paso introduzca el pie en la celda de la Monstruo, o peor aún, que caiga entera sobre su catre (o sobre ella) y se enfade tanto que me arranque los pelos de la cabeza.
Me da mucho miedo la Monstruo. No soporto ni siquiera que me mire. Es una persona espantosa, desagradable, y tan solitaria que no conozco a nadie que la haya oído hablar. Me da tanto pánico que he pensado dejar de barrer y fregar el suelo por si algún día ocurre lo que más me temo y yo me desplome sobre las fauces más temidas de la trena. Pero solo lo he pensado, porque no puedo dejar de pasar la escoba, diez o doce veces al día como mínimo, y el suelo sé que está menguando. Lo único que he pensado es que dentro de uno o dos años pedir al una de las jefas que me cambie de celda. A poder ser en el planta da abajo: no quiero problemas con nadie.


Elena Rueda

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