martes, 19 de diciembre de 2006

El Corto Maltés, el sueño del adolescente **


V.P.)Nunca fue tan importante para un niño decir lo que había descubierto. Fue el último icono de historias, el más allá de antifaces o capas de colores: un héroe mezcla de sueños adultos con lecturas de infancias. Fue comic. Se hace fácil describir a Corto Maltese (Corto Maltes, en las publicaciones castellanas), el marino anarquista que tuvo, y tiene, la suerte de estar en el lugar inoportuno en el momento inadecuado. Que fue testigo de la Historia y sus miserias, que pisó los pies de barro de los hombres que la han configurado. El héroe real, la vuelta de tuerca de lo vivido y lo deseado. El libro que nos demuestra que fue tan imposible que el personaje estuviera allí, que no nos queda ninguna duda de su presencia. Alma de poeta revolucionario, perdedor, pirata con principios, superviviente y fardo apartado en el camino de la búsqueda de tesoros. El sálvese quien pueda de sí mismo, enamoradizo de adolescentes en flor, y el supremo responsable de llevar a buen puerto las utopías ajenas para quedarse siempre en las manos con un nuevo sueño roto, que es la mejor situación por donde empezar una nueva aventura.
El mejor Corto Maltés es ese marino sin barco apegado a la realidad, el Corto que busca tesoros y pelea con su eterno compañero Rasputín, conversa con Aristóteles Onassis o comparte una botella con Ernest Hemingway: el Corto Maltés que era un aventurero descargado de ideales.
En los Mares del Sur, deambulando por la jungla amazónica, Inglaterra, y en los desiertos de África, y las nieves de Liberia, y los fumaderos de China, y los patios de Venecia, y aquí en Internet: aquí o aquí

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