martes, 19 de diciembre de 2006

Las Tres piedras *****


-¿Cúal es la piedra que da Sabiduría?
-Ninguna.
-Pues yo te he oído…
-No, no me has oído nada de Sabiduría… Te repito (y por favor, estate atento). Las piedras son solo tres y de ellas puedes elegir una para llevarte a tu hogar. La piedra roja, la que está en la montaña, te dará Paz espiritual; la segunda, la verde, la que está junto al río, te ofrecerá Memoria; y la tercera, la que se encuentra el la linde del camino, te dará el suficiente oro para que no te preocupes de tus necesidades materiales en toda tu vida. ¿Lo entiendes ahora?
-Pues no. La cosa no está tan clara, Sr. Duende.
-Puedes llamarme Duende, a secas.
-¿Entonces, de llevarme la primera piedra me encontraré en paz conmigo mismo? Quizá eso sea lo más parecido a la Sabiduría.
-Si eso opinas tú.
-Aunque la verdad… La Sabiduría siempre he creído que es lo contrario a la Paz espiritual. De esta siempre he tenido la opinión que es la cobardía del sabio. Acuérdate del Árbol de la Ciencia. Quien come de su fruto no es que se quede muy tranquilo que digamos… Pero por otra parte lo que es realmente sabio es estar en paz.
-Bueno, yo no te puedo ayudar en eso.
-Creo que sería una buena elección.
-¿Entonces?
-Por lo contrario. No estoy tan maduro como para encontrar tanta calma en mi interior. Imagínate, a mí, que me hierve la sangre de juventud, de la noche a la mañana convertirme en un monje tibetano. No. No elegiré la primera piedra.
-Bueno, pues tú dirás…
-La de la Memoria está bien. Cuánta desesperación aliviaré. Quién no ha deseado recordar todo lo que lee. Eso sería extraordinario, ¡llenarse de conocimientos!. Es una maravillosa opción. No sería sabio, pero sería erudito.
-¿Eliges?
-Tampoco. He pensado que lo mismo que recuerdas cosas buenas lo harás con desgracias… Y no me gustaría tener presente las malas experiencias. Creo que la mala memoria es parte de nuestras defensas, y sobre todo en mí, que soy una persona muy sensible…
-Bueno, pues solo te queda la tercera opción. La más fácil y tentadora: el oro.
-No creas, Duende. No es tan grande.
-¿Cómo?
-Sí, he de reconocer que el oro es muy tentador. Pero… tener todo lo que necesitas hasta final de tu vida es un poco confuso. Porque yo sé que algo me escondes en tus palabras. Conozco a los duendes como tú, he visto muchos por aquí. Si has dicho que tendré oro para lo que yo necesite quiere decir que el lujo estará exento, también los despilfarros y sobre todo las donaciones a terceros, aunque esto sea a personas realmente necesitadas. ¿Me equivoco?
-No...
-Y si has mencionado “hasta final de mi vida” también significa que no dejaré nada en herencia.
-Efectivamente.
-Pues tampoco es una buena opción eso de tener cama y techo hasta que me muera.
-¿Cómo?
-Que no quiero nada de lo que me ofreces.


Enrique Aguado (Lugo)

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