domingo, 24 de diciembre de 2006

La judía verde ***




La judía verde es para mí el vegetal más bello. Simplemente es así. Bello por la prudencia que en todos los aspectos derrocha. Es la elegancia de los frutos de cualquier planta. Alejada de los exuberantes frutos tropicales, de los obesos tubérculos, de la vulgaridad de las peras y las manzanas, del misticismo de las naranjas, de los brillos lujuriosos del pimiento y la berenjena, la judía verde es perfecta en su delicada prudencia.
Su irregularidad es la base de su perfección, su forma aplanada desigual nos hace olvidar cualquier forma geométrica, cualquier símil formal. ¿A qué se parece una judía verde? ¡Vamos, es un reto, querido lector! ¿Cómo definirías la forma de una judía verde? Una judía verde solo se parece a otra judía verde, y a la vez ninguna es igual, cada una tiene su ánima, su individualidad. ¿Dónde encontramos en su forma el punto de equilibrio? Son tantos los interrogantes que nos ofrece su aspecto. Tantos los misterios.
Tan liviana, tan ponderada.
Qué podemos decir de su textura. Pulida pero sin llegar al lustre. Tan suave al tacto pero aún alejada del dulzón del aterciopelamiento. Su superficie ni es jugosa ni seca. ¿No os habéis dado cuenta de que la judía verde es de las pocas superficies con las que funciona en el touch pad de los ordenadores? Y es que es tan parecida en su textura a la piel humana.
Yo solía comérmelas, pero ya no lo hago. Mi respeto por este fruto ha llegado a unas pautas tan altas que tragarme uno de ellos lo considero como tragarme a un pariente. Pero recuerdo su sabor como el más elegante de todos los frutos. Un sabor a verde como pocos. Recio pero a la vez suave. Y de un sutil aroma a tierra húmeda.
Pero la mayor de las bellezas se encuentra en su color. No creo que haya nada con un verde tan exquisito, tan prudente, tan sincero, tan verde sin ningún parangón. ¿A qué se parece su verde? ¿Vamos, querido lector, otro reto? La judía verde tiene un color parecido a… Y es verde, el verde perfecto, quizá uno de los verdes más bellos para ser pintados al óleo. Pregunta a cualquier pintor qué pasa con el verde en los cuadros. El verde es el color maldito de un pintor. Y sin embargo el de mi vegetal preferido es maravilloso para hacer las delicias de un bodegón.
¿Y como fruto? Qué me decís. Su función de guardar en su vientre la semilla, evolucionando de más a menos como de un embarazo femenino se tratara, engordando maternalmente el vientre de su cuerpo estilizado. Sujetando con intimidad cada semilla, cada fríjol, de una manera ordenada, sin desatender la intimidad de cada individuo.
Y no hace ningún alarde de ello. Es tan elegante.




María Luisa Bravo 2005

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