martes, 19 de diciembre de 2006

Papagino, el Pajarero **




Allí, en el templo de la sabiduría, Tamino pasaba prueba tras pruebas buscando la Virtud para que su vida se completara con la mujer que él amaba. Papagíno hacía lo mismo junto al príncipe, pero a su manera. El pajarero sabía mucho de más de la vida que el chino. Por ejemplo, sabía de los placeres mundanos no dejan de dar tanta satisfacción como los más elevados, que la vida no había que tomársela tan en serio, que no hace falta mucho más de lo que necesitas, y por ello no hay que matarse a trabajar, que los nobles siempre son los mismos (que no quiere decir eso que se diviertan más) y que cuando el amor aprieta cabía la posibilidad de que el reparto te ofreciera una soprano incluso más apañada que Pamina.
Papagino pasaría todas aquellas pruebas masónicas a su manera. Llevaría la comicidad al estrellato y demostraría que para ser un héroe no hay que ser un dios, sino que basta con ser persona y tener conocimiento de ello, que aunque se tengan defectos un buen fondo es perdonado siempre, y que no hace falta ser tenor y saludar en penúltimo lugar para recibir más aplausos antes de que se cierre el telón.
La nobleza está en el interior y el vino hay que bebérselo y si este viene de los dioses mucho mejor.


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